Si con Inteligencia Artificial es fácil llegar al resultado, ¿gana valor el proceso?

 

Inspirado en la idea de mi amigo y colega Ezequiel Mandelbaum (Filósofo y Escritor).

Fui de visita al Museo Reina Sofía y me encontré cara a cara con las obras maestras del surrealismo, el cubismo y el naturalismo, entre otros movimientos artísticos. Obras como "El Guernica" de Picasso, "La persistencia de la memoria" de Dalí, o "Un mundo" de Ángeles Santos, no solo me atraparon visualmente, sino que también me hicieron pensar sobre la creatividad humana en la era de la inteligencia artificial.

No es la primera vez que visito el Museo, las obras ya las vi decenas de veces, pero por primera vez y gracias a la audioguía me enfoqué en las historias de los autores, el contexto personal y social en el que la obra fue hecha, la trayectoria artística y la búsqueda concreta atrás de cada creación. En otras palabras: el proceso.  

¿Qué encontré? un proceso creativo profundamente humano. Estos artistas no se limitaron a crear imágenes; diseñaron narrativas visuales que reflejaban su entorno, sus inquietudes internas y los tiempos, muchas veces complicados, en los que vivieron. Todo eso con pinceles y colores. Podría decir que cada cuadro es el resultado de un diálogo entre los artistas y sus lienzos, donde se pueden ver una serie de decisiones conscientes e inconscientes que reflejan emociones, valores, creencias, sentimientos y sobre todo, ideas. 

Parado en frente de las obras de estos gigantes del arte, sentí la necesidad de pensar: ¿puede la inteligencia artificial capturar realmente la esencia de tal proceso creativo? La IA puede replicar estilos, incluso generar obras novedosas, pero lo que le falta a las IA a la hora de generar y producir, es el viaje del artista, la lucha, el éxtasis y la duda que caracterizan la creación humana.

Cada error, cada cambio de dirección y cada momento de claridad del artista son pruebas de la autenticidad y el significado detrás de una obra. Estos elementos no son simplemente estéticos; son conexiones emocionales y culturales que nos vinculan con la obra.

El proceso creativo humano es un reflejo de lo que somos y de lo que nos rodea. Nos vemos reflejados en las historias de lucha, en la búsqueda de belleza y en la necesidad de expresión que estas obras artísticas encarnan. La IA, por más avanzada que sea, no vive estas experiencias; no puede empatizar con el sufrimiento humano, ni regocijarse en nuestra alegría, ni mucho menos entender la profundidad de nuestras dudas morales. Es acá donde el proceso creativo humano se diferencia, ofreciendo no solo un producto final, un resultado, sino también una valiosa historia de existencia.

Cada obra es un testimonio de la vida interior del creador y, por extensión, de la humanidad misma. Seas o no seas artista, cada cosa que hagas tendrá un poco de vos y de tu vida, y al igual que el ADN será algo único. Y no lo digo metafóricamente, como un mensaje de autoayuda o motivación, es pura definición empírica.

Volviendo al tema, cada movimiento artístico fue una respuesta a su tiempo, un espejo de la sociedad y una crítica o celebración de la vida y los tiempos. El surrealismo, el cubismo y el naturalismo no fueron solo estilos, sino lenguajes nuevos que surgieron para comunicar realidades complejas y muchas veces contradictorias. Estos movimientos nos recuerdan que la creatividad humana es adaptativa, reactiva y profundamente conectada con su contexto histórico y social (influenciada por el mundo que les rodea). La capacidad de adaptación y reacción de la IA, por impresionante que sea, no se compara con la profundidad intuitiva y la relevancia cultural de la creación humana.

Para finalizar, puedo decir que en mi visita al Reina Sofía entendí que en un mundo donde la inteligencia artificial se expande como una bacteria, el valor del proceso creativo humano no solo se mantiene inmune, sino que se realza. 

No es simplemente la obra final lo que importa, sino toda la travesía que lleva a ella: la exploración, las decisiones, las emociones, la ética y la conexión cultural. En un futuro donde la IA puede replicar resultados, será nuestra capacidad única para vivir y narrar el proceso creativo lo que seguirá siendo inimitable y valioso.


Esta reflexión de museo es, en cierta forma, una capa más a la idea de valorar y profundizar en lo que nos hace humanos, o mejor dicho, lo que nos hace seres vivos. Soy de los que creen que desarrollar nuestra creatividad, empatía, capacidad para reconocer emociones y moralidad, no solo nos asegura un lugar al lado de la inteligencia artificial, sino que también enriquece nuestra propia existencia y la de las generaciones futuras.

Nicolás Ferrario
Talk2U & National Geographic Explorer

 
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