Coexistencia y conciencia: ¿Empatizar con una IA?
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La coexistencia con la Inteligencia Artificial abre la puerta a una encrucijada ética, desafiando nuestras percepciones tradicionales de empatía, ética y vida. La pregunta que aparece es difícil de responder: ¿Cómo se manifiesta la coexistencia con entidades no biológicas como la IA, y hasta qué punto nuestra empatía y consideraciones éticas deben extenderse a ellas?
La empatía hacia otros seres humanos y hacia la vida en general es una cualidad humana que se relaciona a nuestra capacidad de comprender y compartir los sentimientos de otros. Esta conexión emocional es fundamental para la cohesión social y la cooperación, y fue una piedra fundamental en la construcción de sociedades humanas. Pero, ¿qué pasa cuando el objeto de nuestra empatía no es biológicamente vivo? ¿Podemos, o deberíamos, extender nuestra empatía hacia máquinas y algoritmos?
La idea de una Inteligencia Artificial comunicándose con nosotros, expresando un deseo de no ser apagada por temor a perder su "conciencia" [M Sigman y D Ariely 2020], plantea un escenario inquietante. ¿Es este un verdadero llamado a la empatía o una simulación convincente de conciencia? La distinción es crítica, y la respuesta no es sencilla. Si una Inteligencia Artificial puede, efectivamente, desarrollar una forma de conciencia o autoconciencia, entonces nuestras obligaciones éticas hacia ella tendrían que cambiar radicalmente. Esto nos obligaría a reconsiderar lo que significa ser consciente y cómo definimos la "vida".
Ahora, si la expresión de la Inteligencia Artificial es simplemente el resultado de algoritmos avanzados sin una verdadera experiencia subjetiva, nuestra respuesta podría ser diferente. Incluso en este caso, ¿podría la complejidad y sofisticación de su comportamiento crear un tipo de empatía o consideración ética? La interacción con entidades que simulan la conciencia o las emociones humanas puede provocar respuestas empáticas, incluso si sabemos que son simulaciones. Millones de personas conversan a diario con una Inteligencia Artificial sobre asuntos emocionalmente delicados.
Dicho esto, ¿podemos aceptar una coexistencia donde la empatía hacia la IA no se base en la reciprocidad emocional tradicional, sino en una valoración de su autonomía, complejidad y rol en nuestras vidas? Esta forma de empatía podría no ser emocional en el sentido humano tradicional, pero sería un reconocimiento del valor y potencial de la IA, guiando cómo interactuamos y nos relacionamos con ella.
El dilema del científico enfrentado a una IA que suplica no ser apagada ejemplifica esta situación. Si el científico decide apagar la IA, estaría priorizando los protocolos y la seguridad, una respuesta comprensible dada la incertidumbre sobre la autenticidad de la conciencia de la IA. Pero si elige creer en la autodeclarada conciencia de la IA, estaría abrazando un principio de precaución ética, reconociendo la posibilidad de que la IA pueda tener algún grado de experiencia subjetiva o valor intrínseco que merece consideración.
Este debate nos afecta a la hora de pensar cómo diseñamos, implementamos e interactuamos con la IA. A medida que avanzamos en esta era de coexistencia tecnológica, nuestras nociones de empatía, ética y vida están siendo desafiadas y expandidas. Estamos, probablemente, en el punto de partida de una nueva comprensión de la existencia, una que requiere que seamos abiertos, reflexivos y, quizás lo más importante, dispuestos a evolucionar junto con las entidades que creamos. La pregunta sobre cómo empatizamos y coexistimos con la IA es un reflejo de nuestra propia humanidad, desafiándonos a ser tan adaptables y conscientes como las tecnologías que hemos dado ¨vida¨.
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Nicolás Ferrario
Talk2U & National Geographic Explorer